Jeanne D'Arc

Centre-Val de Loire

Si buscas castillos que te transporten al Renacimiento, ciudades de cuento y paisajes de ensueño, Centre-Val de Loire es tu destino. Recorre el majestuoso Loira y detente en joyas como el castillo de Chambord, con sus escaleras de doble hélice, o Chenonceau, construido sobre el río. Pierdete por las callejuelas de Tours, Bourges y Orléans, ciudades medievales llenas de encanto. Visita la gótica Chartres y su catedral, Patrimonio de la Humanidad. Disfruta de la rica gastronomía, los afamados vinos y la historia viva en cada rincón. Centre-Val de Loire es pura magia y nostalgia. ¡Date el capricho!

Iniciamos nuestra travesía por la región. Este lugar, conocido por sus castillos y viñedos, promete ser un viaje a través del tiempo y el sabor.

Le Mans

Con el primer rayo de sol, Le Mans despierta. Nos encontramos en esta ciudad, conocida mundialmente por su velocidad, pero hoy, nos damos cuenta de que es mucho más que una carrera. El aroma fresco de la mañana nos rodea mientras caminamos por sus antiguas calles, sintiendo cómo cada adoquín y cada fachada tiene una historia que contar.

A medida que el bullicio de la ciudad cobra vida, nos dirigimos al Vieux Mans. Es un viaje en el tiempo, a un pasado medieval donde cada edificio parece tener su propia alma.

Nos detenemos a admirar la Cathédrale St-Julien, con sus imponentes torres y su mezcla única de estilos gótico y románico.

Cathédrale St-Julien

Sus vitrales, con sus azules y rojos profundos, cuentan historias de fe y leyendas locales. En su interior, la acústica celestial nos invita a permanecer en silencio, sintiendo el pulso histórico de este lugar.

Saliendo de la catedral, el aroma del café recién hecho nos guía hacia una pequeña boulangerie. Las risas y charlas de los locales llenan el aire mientras nos deleitamos con un croissant crujiente y un café caliente. Aquí, en medio de este enclave histórico, la vida sigue su curso, ajena al paso del tiempo.

Nuestros pasos nos llevan luego a la Muralla Galo-Romana, un testimonio del pasado de Le Mans como ciudad fortificada.

Murallas de Le Mans

foto gentileza de http:// www.all-free-photos.com


Las murallas galorromanas de Le Mans constituyen un excepcional testimonio de la historia de esta ciudad. Se trata de las ruinas de la antigua muralla defensiva construida en el s.III para proteger la ciudad de Vindinum o Vindunum , nombre romano de Le Mans.

Con sus 2 km de longitud, forma un recinto amurallado alrededor del casco histórico. A lo largo del perímetro se conservan varias puertas monumentales, con sus dos imponentes torres cuadradas.

Aunque partes de la muralla han desaparecido con el tiempo debido a las expansiones urbanas y otros factores, gran parte de ella sigue en pie. Este tramo conservado proporciona una visión fascinante de la capacidad defensiva y la ingeniería romana

La construcción combina la sólida piedra caliza gris de la época galo-romana con el ladrillo rojizo típico de la arquitectura romana. Caminar por el adarve permite admirar estas singularidades constructivas.

Desde las alturas de la muralla descubrimos una espléndida panorámica del centro histórico con la catedral de Le Mans erigiéndose majestuosa sobre los tejados. También se divisan los meandros del río Sarthe que rodean la ciudad.

Las murallas galorromanas son el testigo mudo del glorioso pasado de Le Mans y un punto obligado para contemplar la ciudad desde una perspectiva única. Un auténtico tesoro patrimonial que transporta al visitante 2000 años atrás en la historia.

El Musée de Tessé posiblemente sea el principal museo de Le Mans, se encuentra en un edificio histórico que data del s.XIX, con una fachada clásica que contrasta bellamente con las antigüedades que resguarda en su interior. La variedad de exposiciones es verdaderamente impresionante.

Una de las principales atracciones del museo son las antigüedades egipcias. La colección egipcia nos transporta al antiguo Egipto con su impresionante conjunto de objetos, desde estatuas de dioses y faraones hasta delicados objetos de la vida cotidiana. Cada pieza nos cuenta una historia sobre la misteriosa tierra de los faraones.

A medida que continuamos, nos topamos con una rica selección de pinturas y esculturas europeas que abarcan desde la Edad Media hasta el s.XIX. Obras maestras de artistas renombrados invitan a perderse en su belleza y en los detalles de sus trazos.

Alberga una serie de retratos, paisajes y escenas de la vida cotidiana que capturan la esencia y la evolución del arte a través de los siglos.

El Musée de Tessé también es conocido por sus exposiciones temporales, que abordan temas diversos y a menudo ofrecen una visión fresca y contemporánea del arte y la historia.

Pero no todo es arte en Le Mans.

Decididos a conocer más sobre el alma veloz de la ciudad, nos dirigimos al Museo de las 24 Horas – Circuit de la Sarthe. Aquí, el pasado y el presente del automovilismo convergen. Las exhibiciones brillan con la gloria de las máquinas veloces y los héroes que las condujeron.

Circuito de velocidad

Aunque el rugido de los motores está en silencio, podemos sentir la adrenalina y la pasión que define a Le Mans.

Por la tarde, nos desplazamos a los alrededores de la ciudad. El Arco de Triunfo nos espera, un monumento romano que ha visto pasar a incontables viajeros a lo largo de los siglos. Su estructura robusta nos habla de un tiempo en que Le Mans era una encrucijada vital.

rio Sarthe a su paso por Le Mans

foto gentileza de http:// www.all-free-photos.com

Nuestro viaje continúa hacia La Sarthe, el río que da nombre al famoso circuito. A orillas del río, encontramos tranquilidad. El reflejo del agua muestra una ciudad que vive entre dos mundos: uno de velocidad incesante y otro de historia palpable.

Muy cerca de la ciudad de Le Mans a unos 10 km al norte , se encuentraen un entorno natural privilegiado

Château de Vauloge

El Château de Vauloge, con sus torres puntiagudas y sus techos altos, se erige como un guardian silencioso de los secretos y las historias del pasado. Construido en el s.XV, ha sido testigo de muchas generaciones y ha soportado los embates del tiempo, manteniendo intacto su encanto original.

Su interior no decepciona. Cada habitación, desde el gran salón hasta las habitaciones más íntimas, está decorada con un exquisito gusto que refleja el esplendor de la aristocracia francesa. Grandes chimeneas, tapices que cuentan historias de batallas y amores, y muebles antiguos nos brindan un atisbo de la vida cotidiana de aquellos que una vez llamaron a este lugar su hogar.

Pero lo que realmente captura nuestros corazones son los jardines. Extendidos en vastas hectáreas, están meticulosamente diseñados con laberintos de setos, fuentes danzantes y flores que parecen competir entre sí en un despliegue de colores y aromas. Un paseo por estos jardines es como un viaje a través de un cuento de hadas, donde cada rincón esconde una nueva sorpresa.

A medida que el sol comienza a despedirse, regresamos al Vieux Mans. Las luces de las farolas iluminan las calles adoquinadas, creando un ambiente mágico. En una pequeña plaza, un músico toca melodías que evocan tiempos pasados. Nos unimos a los locales, en una danza espontánea bajo las estrellas.

Mientras la noche avanza, Le Mans nos revela su verdadera esencia: una ciudad que, aunque conocida por su velocidad, nos enseña a detenernos y apreciar cada momento.

Al recordar nuestra jornada, nos damos cuenta de que Le Mans no es solo un destino; es una experiencia vivida, una melodía que quedará en nuestros corazones para siempre.

Abandonamos con gran pesar la ciudad de Le Mans y el paisaje cambia rápidamente. A medida que nos alejamos, somos testigos de la belleza pastoral del campo francés. Pequeños pueblos, campos verdes y horizontes interminables nos acompañan. Las conversaciones giran en torno a lo que nos espera, y la expectación es palpable.

A medida que avanzamos, el icónico perfil de Chartres aparece en el horizonte.

Chartres

Al cruzar el río Eure, el entramado medieval de Chartres nos da la bienvenida. Las calles estrechas, empedradas, serpenteantes, están llenas de historias y secretos que esperan ser descubiertos. Cada edificio parece tener una narrativa propia, un capítulo en el vasto libro que es la historia de esta ciudad milenaria.

Esta ciudad es conocida principalmente por su impresionante , Cathédrale Notre-Dame de Chartres.

Cathédrale Notre-Dame de Chartres

Su presencia imponente y su historia milenaria se imponen a medida que nos acercamos.

Emplomada de la catedral de Chartres

Al entrar, somos recibidos por el juego de luces que se filtra a través de los vitrales, creando un espectáculo caleidoscópico de colores en el suelo y las paredes. El silencio reverencial en el interior nos invita a la reflexión, mientras que los detalles góticos de las esculturas y los frescos nos cuentan historias de fe y devoción que han resistido la prueba del tiempo.

ventanales y columnas de la catedral

Las altas columnas y los intrincados detalles arquitectónicos nos hablan de una era de devoción y artesanía.

Después de maravillarnos con la catedral, exploramos las calles adoquinadas de Chartres. Cada rincón revela secretos: desde pequeños cafés que sirven deliciosos croissants hasta tiendas que ofrecen artesanía local. Tomamos un momento para relajarnos junto al río Eure, observando cómo el agua refleja los edificios antiguos y las siluetas danzantes de los árboles.

Pero Chartres es más que su catedral. Las Maison Picassiette, una casa peculiarmente decorada con fragmentos de cerámica y vidrio, captura nuestra imaginación. Es un testimonio del poder del arte y la dedicación, un mosaico de sueños y visiones que cobran vida ante nuestros ojos.

Mientras paseamos, los mercados locales nos seducen con sus aromas y colores. Los agricultores y artesanos locales muestran con orgullo sus productos: quesos, vinos, panes recién horneados y delicados encajes que reflejan la rica tradición artesanal de la región.

Y más allá de las murallas de la ciudad, los alrededores de Chartres nos ofrecen un respiro de tranquilidad. Las ondulantes colinas verdes, salpicadas de molinos de viento y pequeños pueblos, nos invitan a explorar y a perdernos en la serenidad del paisaje.

Con el ocaso, Chartres se transforma. Las luces iluminan sus monumentos, creando un espectáculo nocturno que evoca la magia y el misterio de tiempos pasados. Nos sentamos en un café junto a la plaza, disfrutando de una copa de vino local, mientras reflexionamos sobre la belleza y la historia que hemos tenido el privilegio de experimentar.

Chartres, con su rica tapeza tejida de historia, arte y cultura, nos ha cautivado. Y mientras nos preparamos para continuar nuestro viaje, llevamos con nosotros recuerdos imborrables y la promesa de volver.

Nuestra próxima parada nos lleva al corazón de Orléans

Orleans

Un Encanto Renacido entre las Orillas del Loira.

Nos encontramos de pie en el corazón de Orléans, donde las ondas del Loira nos cuentan historias ancestrales y las calles rezuman un aura de leyendas y heroísmo.

 Empezamos en la Place du Martroi, es la plaza principal de la ciudad, con sus terrazas de cafés rebosantes de vida.

Place du Martroi de Orleans

Foto gentileza de Andre Chipurenko

La estatua de Jeanne d’Arc, se yergue orgullosa, montada en su corcel y nos recuerda el heroísmo de esta doncella que liberó Orleans del asedio inglés en 1429 , una eterna guardiana de Orléans. Las terrazas de los cafés circundantes nos invitan a sentarnos, degustar un croissant y sumergirnos en la atmósfera vibrante de la plaza.. Sus andanzas inspiraron a los ciudadanos a reconstruir la ciudad, dejando joyas arquitectónicas como la Cathédrale Sainte-Croix.

Cathédrale Sainte-Croix

Las torres góticas de la se proyectan hacia el cielo, atrayendo nuestra mirada y curiosidad. A medida que nos acercamos, las intricadas tallas en piedra parecen cobrar vida, susurrándonos secretos de tiempos pasados. Al entrar, los impresionantes los vitrales policromados pintan el ambiente con colores vibrantes, contándonos narrativas de devoción y esperanza.

Serpenteamos por las estrechas callejuelas adoquinadas del casco antiguo, con sus casas de entramado de madera y fachadas coloreadas. En cada esquina descubrimos rincones pintorescos, como la Place du Châtelet con la fuente de los delfines que refresca el ambiente.

Maison Jeanne d'Arc

Vermessen, CC BY-SA 3.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0, via Wikimedia Commons

Caminando por las adoquinadas calles, nos topamos con la Maison de Jeanne d’Arc. Aunque reconstruida, el lugar palpita con una energía que parece transportarnos al s.XV.

Con su fachada de madera y angostas ventanas, fue el hogar de la heroína durante la liberación de Orleans en 1429. Aquí trazó sus planes de batalla y encontró descanso tras agotadoras jornadas luchando contra los ingleses.

Al cruzar el umbral, es como retroceder en el tiempo. Podemos imaginar a la doncella de Domrémy reunida con sus capitanes alrededor de la mesa, ultimando estrategias. Sus estandartes cuelgan de las paredes, recordando las victorias obtenidas. Subimos la escalera de caracol hacia el desván donde Juana reposaba sobre su jergón de paja. Desde allí arriba divisaba las torres de la catedral, rezando para que Dios le concediera la fuerza necesaria en la batalla venidera.

Hoy la Maison de Jeanne d’Arc alberga una colección de objetos y documentos relativos a su vida. Retratos, armaduras, espadas y manuscritos nos permiten conocer mejor a esta mujer excepcional que se convirtió en un símbolo de la Francia eterna.

Al abandonar la casa, imaginamos su silueta menuda sobre un corcel blanco, espada en mano, conduciendo a las tropas hacia la victoria. El espíritu indomable de Juana de Arco parece flotar aún en estas viejas paredes, recordándonos que la valentía y la fe pueden lograr lo imposible.

Tras este viaje al pasado, exploramos el Museo de Orleans para la Biodiversidad y el Medio Ambiente(MOBE), con sus esqueletos de dinosaurios y minerales exóticos que nos transportan a la era prehistórica. Los más pequeños se divierten aprendiendo sobre vulcanología y meteoritos.

Para reponer fuerzas, nada como detenerse en una pastelería típica y probar el cruasán de almendras o el fragante pithiviers, nuestro hojaldre relleno de almíbar perfumado con vainilla. ¡Exquisito!

Siguiendo lel susurro del agua, nos dirigimos a las orillas del Loira. El agua refleja la arquitectura histórica de Orléans y el cielo se tiñe con tonalidades doradas al atardecer. Aquí, el tiempo parece detenerse, y nos sentimos embriagados por la belleza natural y arquitectónica que se entrelaza ante nuestros ojos. El Pont George V se yergue majestuoso sobre el río que ha inspirado a tantos artistas.

Con la noche aproximándose, la Rue de Bourgogne cobra vida. Luces de neón, risas y el aroma delicioso de la comida francesa nos envuelve. Los bistrós y restaurantes nos ofrecen una deliciosa paleta de sabores, desde queso local hasta vinos del Valle del Loira.

La Rue de Bourgogne es una de las calles más pintorescas del casco antiguo de Orleans. Flanqueada por edificios de los s.XV y XVI, nos transporta a la época medieval de la ciudad.

El adoquinado de la calle ha sido pulido por los pasos de incontables ciudadanos a lo largo de los siglos. Alzamos la vista para admirar los entramados de madera con sus típicos colores pastel, que le dan un encanto especial. En el número 8 se encuentra la casa donde nació el poeta satírico Charles Péguy, con una placa conmemorativa.

A medida que avanzamos, vamos descubriendo adorables plazoletas y callejones laterales que nos invitan a perdernos y encontrar tesoros escondidos. Llegamos a la Place du Général de Gaulle, donde los edificios con arcadas crean un ambiente íntimo.

Al concluir nuestra jornada, Orléans ha dejado una impresión imborrable en nosotros. Con su rica historia, encanto y vitalidad, esta ciudad nos ha mostrado que es mucho más que un simple destino en el mapa; es un viaje en sí misma.

¿Proseguimos?

Nos ponemos en marcha hasta que vislumbramos otra peciosidad

Blois

A medida que nos acercamos a Blois, el Loira refleja el imponente esplendor de una ciudad que es, ante todo, un compendio de historia y arquitectura. Con cada paso que damos, sentimos el peso de los siglos bajo nuestros pies, y es imposible no dejarse llevar por la magia que emana de sus calles y monumentos.

No hay mejor lugar para comenzar nuestra inmersión en Blois que el Château Royal.

el Château Royal. de Blois

Situado en el corazón de la ciudad, este castillo ha sido testigo de momentos clave en la historia de Francia. Con sus cuatro alas construidas en diferentes épocas, es un libro abierto de estilos arquitectónicos: gótico, renacentista y clásico.

Mientras recorremos sus salas, nos imaginamos a personajes históricos como Luis XII o Francisco I discutiendo asuntos de estado. Pero, sin duda, uno de los momentos más sobrecogedores es cuando nos encontramos en la sala donde se llevó a cabo el asesinato del duque de Guisa, un giro inesperado en las Guerras de Religión.

Frente al Château Royal, una sorpresa nos espera: la Maison de la Magie Robert-Houdin.

Maison de la magie Robert Houdin

Es un guiño a la historia de Blois, que está intrínsecamente ligada a la magia y la ilusión. El edificio, con sus dragones mecánicos asomando por las ventanas, es una invitación a un mundo de fantasía. Dentro, nos maravillamos con exposiciones que desafían nuestra percepción y espectáculos que mantienen a niños y adultos al borde del asiento.

Rue Denis Papin

Después de sumergirnos en el pasado y en la fantasía, decidimos dar un paseo por el barrio antiguo. Sus calles empedradas y sinuosas, flanqueadas por casas con entramados de madera, nos evocan a una época donde la vida transcurría a un ritmo diferente. Las pequeñas tiendas de artesanías y las pastelerías nos tientan a cada paso, y no podemos resistirnos a entrar y probar alguna especialidad local.

puente Jacques Gabriel.

Al atardecer, nos dirigimos al puente Jacques Gabriel. Desde aquí, la vista de Blois es simplemente majestuosa. El castillo iluminado se refleja en las aguas tranquilas del Loira, y el silencio solo es roto por el murmullo del río y nuestras conversaciones sobre todo lo que hemos vivido durante el día.

Blois, con su mezcla de historia, magia y belleza, se ha grabado en nuestros corazones. Prometemos regresar, porque sabemos que aún hay muchos secretos por descubrir en sus rincones.

Seguimos adelante y nos encontramos con un majestuoso Château

Château de Chambord

Château de Chambord.

El Château de Chambord, cuyo reflejo en las aguas circundantes, junto con sus torretas intrincadas, nos hacen imaginar historias de caballeros y damas. Aquí, el aire es diferente, cargado con la grandiosidad del Renacimiento.

Es uno de los castillos más reconocibles del mundo y uno de los logros arquitectónicos más impresionantes del Renacimiento francés. Esta majestuosa joya, situada en el corazón del valle del Loira, es un testimonio viviente del deseo de grandeza y prestigio de los monarcas franceses.

Fue concebido originalmente como un pabellón de caza para Francisco I en el s.XVI. Aunque nunca fue su residencia principal, el monarca quiso que Chambord demostrara su poder y riqueza. Se dice que Leonardo da Vinci, que en ese momento estaba al servicio de Francisco I en Amboise, tuvo influencia en el diseño, aunque el grado exacto de su participación sigue siendo objeto de debate.

Lo que destaca inmediatamente del castillo es su silueta única, dominada por una intrincada maraña de torretas, chimeneas y pináculos. Sus 440 estancias y la icónica doble escalera de honor nos transportan al esplendor del Renacimiento.

Está rodeado por un vasto parque cerrado por un muro, comparable en tamaño a la ciudad de París. Es uno de los mayores parques cerrados de Europa y alberga una abundante fauna, incluyendo ciervos y jabalíes, que todavía hoy pueden ser vistos por los visitantes.

A lo largo de los años, el castillo ha pasado por numerosas fases de restauración. Después de la Revolución Francesa, se encontraba en un estado de grave deterioro, pero fue restaurado en el s.XIX y nuevamente en tiempos más recientes para preservar su grandeza para las generaciones futuras.

Hoy, es una atracción turística clave en el Valle del Loira, recibiendo a cientos de miles de visitantes cada año. Además de ser una parada obligatoria para los amantes de la historia y la arquitectura, el castillo es el escenario de numerosos eventos culturales, conciertos y exposiciones.

Cuando uno se encuentra frente a Chambord, es difícil no quedar asombrado. Es un testimonio del ingenio humano y de un período en el que la arquitectura, el arte y la innovación florecieron en un ambiente de casi ilimitada ambición real.

Nos deslizamos por la carretera que serpentea entre bosques y campos, donde el Valle del Loira se muestra en todo su esplendor. Las viñas a ambos lados del camino nos recuerdan la rica tradición vinícola de la región.

A mitad de camino, decidimos hacer una parada en Beaugency, un pequeño pueblo que es un verdadero tesoro escondido.

Beaugency

Paseamos por sus calles adoquinadas, admirando las casas medievales y el imponente Château Beaugency que ha supervisado el río Loira durante siglos. No podemos resistirnos a probar un pastel local en una pastelería que nos seduce con su aroma.

Continuando nuestro trayecto, las siluetas de los puentes de Orléans comienzan a divisarse en la distancia. A medida que nos acercamos, el imponente río Loira nos da la bienvenida, reflejando la ciudad en sus aguas.

Finalmente, llegamos a Orleans, la ciudad que se levanta orgullosa con su rica historia y herencia.

Château de Chenonceau

Permitámonos ahora ser cautivados por uno de los castillos más bellos de Francia, el Château de Chenonceau. Construido sobre pilares en el propio cauce del río, es uno de los castillos más emblemáticos..

Château de Chenonceau

Este castillo, construido sobre el río Cher, es quizá uno de los más románticos de la región.

Jardines del Château de Chenonceau

Photo by Shaun Rainer on Unsplash

Los jardines diseñados por los paisajistas más renombrados complementan la belleza del conjunto y nos invita a perder el tiempo, a soñar despiertos con épocas ya pasadas.. Sus parterres geométricos, estanques y setos recortados reflejan la simetría típica del clasicismo francés.

Château de Chenonceau sunset

Su impresionante galería de cinco arcos de medio punto permite admirar el río Cher fluir bajo sus pies. Esta galería única se debe a Catalina de Médici, quien en 1576 construyó este paso elevado para unir el castillo con sus jardines sin necesidad de cruzar el río.

El interior alberga fastuosos salones decorados con tapices, muebles de época y pinturas que evocan el esplendor del Renacimiento. No podemos perdernos la capilla, con sus magníficos vitrales donde se representan escenas bíblicas.

Cada rincón de este castillo evoca los romances, intrigas y lujos de la corte renacentista. Pasear por Chenonceau es como sumergirse en la Francia de los valois y entender el apogeo del país durante el Siglo de Oro. Una joya imprescindible en el Valle del Loira.

Tras disfrutar de las maravillas del Château de Chenonceau, es hora de dirigirnos al siguiente punto histórico de nuestro camino.

Mientras el paisaje se despliega ante nosotros, los viñedos en terrazas trepan por las suaves colinas que nos rodean. Paramos un momento para degustar el exquisito Vouvray, vino blanco de la región elaborado con uvas Chenin. Su aroma afrutado y refrescante nos reconforta en esta soleada mañana.

Las conversaciones van y vienen, intercaladas con risas y canturreos, mientras el aroma fresco del campo inunda el coche.

Una imponente silueta se alza ante nosotros, sin duda otro punto importante en nuestra ruta. Hemos llegado a Amboise.

Château d’Amboise

El Château Royal d’Amboise es una joya arquitectónica y un testimonio viviente del poder y la influencia de la monarquía francesa durante el Renacimiento.

Panoraica del Chateau

Ubicado en la ciudad de Amboise, en el Valle del Loira, este castillo se alza majestuosamente sobre un espolón rocoso, ofreciendo impresionantes vistas panorámicas del río Loira.

Aunque sus orígenes se remontan al s.IX, fue durante el Renacimiento cuando alcanzó su máxima importancia. Sirvió como residencia real a varios reyes de Francia, entre ellos Carlos VIII y Francisco I. También es conocido por ser el lugar donde Leonardo da Vinci pasó los últimos años de su vida, siendo enterrado en la Capilla de Saint-Hubert, dentro del recinto del castillo.

Château d'Amboise

A lo largo de los siglos, el castillo ha sufrido numerosas modificaciones, lo que ha resultado en una mezcla de estilos arquitectónicos. Aunque originalmente fue diseñado como una fortaleza medieval, las posteriores reformas le dieron un carácter más residencial, adaptándose al gusto del Renacimiento.

Sus jardines son una obra de arte en sí mismos. Diseñados en terrazas que descienden hacia el Loira, están adornados con esculturas, fuentes y parterres perfectamente cuidados, que invitan a pasear y perderse en ellos.

A lo largo de su historia, el castillo ha sido testigo de numerosos eventos importantes, incluyendo intrigas cortesanas, festivales y tragedias. Uno de los episodios más oscuros fue la ejecución de numerosos huguenots (protestantes franceses de doctrina calvinista). en sus jardines durante las Guerras de Religión en Francia durante la segunda mitad del s.XVI.

El Château Royal d’Amboise no es solo una estructura de piedra y mortero; es un viaje a través del tiempo que nos lleva al corazón del Renacimiento francés y a las vidas de aquellos que caminaron por sus pasillos y jardines.

Clos Lucé

A unos 500 metros se haya Clos Lucé, construido en el s.XV, fué adquirido por el rey Carlos VIII en 1490 y sirvió como residencia de verano para los reyes de Francia.

Sin embargo, más allá de su función regia, el Clos Lucé es mundialmente famoso por ser la última residencia de Leonardo da Vinci. Invitado por el rey Francisco I en 1516, el genio del Renacimiento italiano vivió en esta casa hasta su muerte el 2 de Mayo de 1519. Aquí, en sus salones y talleres, dio vida a muchos de sus proyectos, esbozos y sueños.

Clos Lucé, nos invita a sumergirnos en la mente de este genio del Renacimiento.

Sus inventos y bocetos nos hacen viajar a una época donde la curiosidad no conocía límites.

Al atardecer, decidimos pasear por las callejuelas de Amboise, cada una con su propio carácter y encanto. Los aromas de los cafés y pastelerías nos tientan a cada paso. Y, cómo resistirse a una tarte Tatin o a un croissant recién horneado.

Ya con la noche cayendo, seguimos nuestro camino hacia Tours.

Tours

Las luces de la ciudad empiezan a brillar en el horizonte, guiándonos como faros. A medida que nos acercamos, el perfil de la Cathédrale Saint-Gatien se dibuja contra el cielo estrellado, ofreciendo un espectáculo digno de postal.

Al cruzar el río Loira y entrar a Tours, es como si la brisa misma nos susurrara cuentos de tiempos pasados. Las luces se reflejan en las aguas del río, centelleando como estrellas fugaces, y las piedras de las calles milenarias cuentan historias bajo nuestros pies.

 cathédrale Saint-Gatien

La majestuosidad de la cathédrale Saint-Gatien irrumpe en el paisaje urbano. Su historia se remonta al s.V, aunque la construcción actual data del s.XIII. Vale la pena admirar la majestuosa nave y el coro renacentista.

Gargols du Saint-Gatien

Sus torres se elevan al cielo como dedos apuntando a lo divino. Al entrar, uno puede casi escuchar los ecos de los cánticos antiguos que resuenan entre sus muros. Los vitrales, en tonos azules, rojos y dorados, filtran la luz del día, bañando el interior con un aura mística.

Place Plumereau

Mientras avanzamos por la Place Plumereau, el alma bohemia de Tours nos saluda. Aquí, en este rincón del casco antiguo, las casas con entramados de madera se alzan orgullosas, testigos de siglos pasados. Es el sitio perfecto para tomar un descanso, disfrutar de un café o un vino local, y observar el bullicio de la ciudad.

A pocos pasos, encontramos el Musée des Beaux-Arts. Su discreta fachada contrasta con las maravillas que alberga en su interior: obras maestras del Renacimiento, piezas contemporáneas, y hasta un antiguo cedro del Líbano en su jardín, que parece vigilar el lugar con su imponente presencia.

Más allá de la ciudad de Tours ofrecen paisajes bucólicos, ideales para escapadas de un día. Decidimos emprender camino hacia un lugar mágico que hemos oído mencionar innumerables veces.

Château de Villandry

El ambiente fresco de la mañana nos acompaña, y un aire de anticipación llena nuestro coche mientras nos dirigimos a este legendario castillo y sus jardines.

medida que nos acercamos, los contornos del Château de Villandry emergen, su majestuosa silueta recortada contra el cielo azul claro. Pero lo que realmente atrae nuestra atención y roba nuestro aliento son sus jardines, dispuestos en terrazas descendentes, como si fueran lienzos pintados por la naturaleza misma.

Château de Villandry

Decidimos primero explorar el castillo, un edificio renacentista que ha presenciado siglos de historia. A cada paso, sentimos el eco de los pasos de quienes lo habitaron antes que nosotros. Las salas están meticulosamente conservadas, con muebles de época, tapices y arte que reflejan la vida de los antiguos habitantes de la región. Las ventanas ofrecen vistas panorámicas de los jardines, y es casi como si estuviéramos viendo una obra de arte desde otra.

Jardines de Villandry

Sin embargo, son los jardines lo que realmente nos atrapa. Bajamos por los escalones de piedra hacia el Jardín Ornamental, con sus meticulosos patrones geométricos y topiarios que parecen haber sido esculpidos por manos mágicas. Los setos cuidadosamente recortados, las flores en plena floración y las fuentes burbujeantes crean un ambiente casi hipnótico.

Más allá del Jardín Ornamental, descubrimos el Jardín del Agua, un espejo tranquilo rodeado de sauces llorones y flores vibrantes. La luz del día refleja sobre el agua, creando un espectáculo de colores y luces.

Jardin d'eau

Daderot at en.wikipedia, CC BY-SA 3.0 http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/, via Wikimedia Commons

No podemos evitar perder el aliento cuando llegamos al Jardín de las Hierbas Medicinales. Aquí, los aromas embriagadores de diversas hierbas nos rodean, cada una con su propia historia y propiedades curativas.

Por último, pero no menos importante, el Jardín del Sol nos brinda un espectáculo cromático, con flores que parecen capturar y reflejar la luz del sol, bañando todo el espacio en un resplandor dorado.

A medida que la tarde se acerca y el sol comienza a bajar, decidimos sentarnos en uno de los bancos, cerrando los ojos un momento para impregnarnos del sereno ambiente de Villandry. Este, sin duda, es un lugar donde la naturaleza y la historia convergen en perfecta armonía, y nos sentimos afortunados de haberlo experimentado.

Al partir, llevamos con nosotros no solo fotografías y recuerdos, sino también el sentimiento de haber visitado un rincón del mundo donde el tiempo parece haberse detenido y donde la belleza reina en cada esquina.

Château d’Azay-le-Rideau

Si nos desplazamos un poco más lejos, Château d’Azay-le-Rideau parece sacado de un cuento de hadas.

Château d'Azay-le-Rideau

Este castillo renacentista es una auténtica joya arquitectónica erigida en una isleta del río Indre.

Al acercarnos, su elegante fachada blanca con altas ventanas enmarcadas en finas columnas se refleja en las aguas, con su reflejo y una simetría perfecta. Cruzamos el puente de piedra que nos conduce a la entrada principal, donde las esculturas de antiguos propietarios del castillo nos dan la bienvenida.

Recorremos las fastuosas estancias amuebladas al estilo renacentista. Los salones abovedados, las chimeneas esculpidas y los tapices que decoran las paredes transmiten todo el esplendor de la época. La escalinata monumental nos lleva a las habitaciones señoriales, con sus ventanales de arcos conopiales que inundan los aposentos de luz.

Descendemos de nuevo al exterior para pasear por los jardines à la française, con sus parterres de flores, setos recortados formando dibujos y fuentes que alegran el entorno. Nos detenemos a contemplar el castillo reflejándose en el río, una estampa digna de las mejores acuarelas impresionistas.

Tras una visita inolvidable, proseguimos nuestro viaje por el Loira con la sensación de haber vivido por un momento la vida principesca del Renacimiento francés.

A medida que dejamos atrás Azay-le-Rideau, las torres del château desaparecen en el espejo retrovisor, la carretera se despliega ante nosotros como un tapiz de oportunidades.adentrándonos en las ondulantes carreteras del Valle del Loira. Los campos de girasoles salpican de amarillo los viñedos hasta donde alcanza la vista.

Chinon

Nuestra primera parada es en Chinon, una encantadora ciudad medieval sobre el río Vienne.

Fue en esta fortaleza donde Juana de Arco reconoció al delfín Carlos VII en 1429 y lo convenció de coronarse rey de Francia. La emoción nos invade al visitar la cámara del rey.

Château de Chinon

El castillo fortificado se yergue como un guardián del pasado, recordando los días de Juana de Arco y Ricardo Corazón de León. Las calles empedradas, flanqueadas por casas con entramado de madera, nos invitan a pasear y descubrir sus secretos ocultos. No podemos resistir la tentación de degustar algunos de los vinos locales, cuya fama ha trascendido las fronteras.

Viajando hacia el sur, el paisaje cambia de viñedos a prados verdes, donde el ganado pasta con una calma envidiable. Los pequeños pueblos que salpican nuestro camino parecen no haber cambiado en siglos. Casas de piedra, tejados rojizos y plazas donde la vida se despliega sin prisa.

Una parada en La Brenne, el parque regional cerca de la ciudad de Châteauroux, es obligada. Con sus más de mil lagos, este “país de los mil lagos” es un santuario para aves y amantes de la naturaleza. Nos tomamos un momento para disfrutar de la paz, observando los reflejos en el agua y el vuelo de las aves migratorias.

Châteauroux

Pronto, el horizonte nos muestra las siluetas de Châteauroux. Admiramos la majestuosa arquitectura clasicista de la Plaza de la República antes de sentarnos en una terraza a saborear una andouillette acompañada de un Saint-Pourçain, vino tinto afrutado.

La ciudad despliega ante nosotros con su mezcla de historia y modernidad. Las calles del centro nos llevan por edificios con balcones ornamentados y plazas sombreadas.

El Château Raoul, con sus torres y jardines, narra historias de la nobleza francesa. Aunque no es tan conocido como otros castillos del Valle del Loira, este monumento tiene su propia historia y encanto que lo hacen digno de ser visitado.

El castillo se remonta al s.X, aunque ha sufrido numerosas renovaciones y reconstrucciones a lo largo de los años.

Aunque el castillo comenzó como una fortaleza privada, en tiempos más recientes ha servido como sede del gobierno departamental del Indre. Esto significa que, aunque se puede visitar, algunas áreas están destinadas al uso administrativo y no son accesibles al público.

Retomando el viaje, la carretera nos lleva a través de paisajes que cambian con la luz del día, pasando de tonos verdes a dorados. El cielo se tiñe de un azul profundo, y las nubes danzan formando siluetas que alimentan nuestra imaginación.

Al caer la noche llegamos a la antigua capital gótica de Francia.

Bourges

Amigos, ¡bienvenidos a Bourges, joya medieval de Berry!

Las primeras luces del alba empiezan a iluminar el cielo mientras nos adentramos en las sinuosas calles, una ciudad que parece haberse quedado atrapada en el tiempo. El fresco aroma del rocío matinal se mezcla con el aroma de los croissants recién horneados proveniente de las pequeñas boulangeries.

La majestuosa Cathédrale Saint-Étienne de Bourges.

Fachada de la Cathédrale Saint-Étienne

Nos detenemos un momento para admirar su gótica fachada, sus altas torres y sus magníficos vitrales que brillan con los primeros rayos del sol.

Abside de la Cathédrale Saint-Étienne de Bourges.

La catedral, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, es un testamento a la rica historia de Bourges y es imposible no sentirse impresionado por su belleza y escala.

Recorremos el barrio medieval con sus calles empedradas y casas de entramado de madera que evocan el Bourges del s.XV. El Palais Jacques Coeur nos transporta al Renacimiento con sus elegantes loggias y jardines, otra joya de la ciudad.

El Palais Jacques Coeur

Esta grandiosa mansión gótica, con sus elegantes arcos y detallada mampostería, es un tributo a Jacques Cœur, un mercader que se convirtió en el tesorero real y consejero del rey Carlos VII.

Disfrutamos de una merecida pausa. Con fuerzas renovadas, partimos a descubrir más joyas del Centro-Valle del Loira. ¡Nous voilà!

Al pasar por las estrechas callejuelas, los edificios de entramado de madera nos cuentan historias de épocas pasadas. Cada rincón de Bourges parece tener una historia que contar.

El aroma a flores nos guía hacia los Marais de Bourges, unos jardines que son un oasis de tranquilidad. Estos antiguos pantanos han sido transformados en huertos y jardines, un lugar ideal para desconectar y disfrutar de la naturaleza en pleno corazón de la ciudad.

No podemos abandonar Bourges sin visitar la Nuit Lumière, un espectáculo nocturno que, con proyecciones de luces, da vida a las historias y leyendas de la ciudad. A medida que la noche cae sobre Bourges, las calles y monumentos se iluminan, convirtiendo la ciudad en un escenario mágico.

A medida que nuestro tour llega a su fin, nos damos cuenta de que Bourges no es simplemente una ciudad, es una experiencia viviente, un viaje a través del tiempo, y un testimonio de la rica historia y cultura francesa.

Queridos amigos, nuestro viaje a Bourges llega a su fin. Esta ciudad nos ha cautivado con su patrimonio histórico y su arte de vivir. ¡Esperamos haberles transmitido nuestro amor por los tesoros ocultos de esta perla de Berry! Hasta pronto para nuevas aventuras.


En el corazón de Francia, la región de Centre-Val de Loire se despliega ante nosotros como un festín culinario esperando ser descubierto. Cada bocado nos transporta a un rincón diferente de esta tierra fértil, regada por los afluentes del majestuoso río Loira. Nos dejamos llevar por los sabores, los aromas y las texturas de una gastronomía rica en tradición e innovación.

Comenzamos nuestra odisea culinaria con un trozo de Crottin de Chavignol, un queso de cabra firme pero tierno que se funde en la boca. Su corteza dorada nos revela un interior cremoso y ligeramente salado, una promesa de los verdes pastos de Sancerre donde pastan las cabras. Una copa de Sancerre o Pouilly-Fumé, blancos refrescantes con notas cítricas, son el acompañamiento perfecto para una tabla de quesos y embutidos locales.

El vino brilla con un color dorado pálido, y sus aromas nos evocan pomelos, lima y un toque mineral, tan característico del terroir de la región.

Las aguas del Loira también nos brindan sus tesoros. Probamos una matelote, un guiso de pescado cocinado en vino tinto con cebollas, champiñones y un poco de ajo. Cada bocado es una revelación. La carne del pescado, suave y jugosa, se mezcla con la riqueza del caldo para crear un plato que nos calienta el alma.

El pâté de Pouligny-Saint-Pierre, es un paté hecho de carne de cerdo y venado, condimentado con hierbas y especias locales y cocido lentamente hasta alcanzar la perfección.

Se presenta con un color marrón oscuro, casi terroso, y su sabor es una explosión de riqueza y profundidad.

Finalmente, para endulzar nuestro paladar, optamos por una tarte tatin, esa maravillosa invención accidental de las hermanas Tatin. Manzanas caramelizadas sobre una base de hojaldre crujiente que, al invertir, se convierte en el broche de oro para nuestra aventura gastronómica.

Y el estómago y el corazón llenos, nos despedimos de Centre-Val de Loire.

Con el sol ya poniéndose, y el estómago y corazón llenos de recuerdos imborrables, nos despedimos de Centre-Val de Loire. nos prometemos regresar. Centre-Val de Loire no es simplemente una región, es una experiencia, un viaje a través del tiempo y la belleza.