Bienvenidos a Nouvelle-Aquitaine, la tierra de los cuentos de hadas del suroeste de Francia, hogar de una multitud de colores, olores y sabores únicos. En este viaje mágico, los sentidos son reyes y cada paso revela una nueva faceta de este majestuoso rincón del mundo
Bordeaux
Comenzamos nuestro tour en la perla de Aquitania.
Con sus históricos edificios, sus vinos famosos en el mundo entero y su vibrante vida cultural, esta ciudad tiene algo que ofrecer a cada visitante. En nuestra aventura por Bordeaux, los sentidos se deleitan en cada esquina con nuevas vistas, sabores y sonidos.
Nuestra travesía comienza en el corazón de la ciudad, la Place de la Bourse. Esta plaza icónica, con su elegante arquitectura neoclásica, está flanqueada por el Palais de la Bourse y el Hôtel des Fermes. Frente a la plaza, el majestuoso Miroir d’eau refleja el cielo y los grandiosos edificios, creando un espectáculo visual inolvidable.
Desde aquí, nos dirigimos hacia la rue Sainte-Catherine, una animada calle peatonal llena de tiendas y cafés. Aquí nos sumergimos en el bullicio de la vida de Bordeaux, nos perdemos entre la multitud y descubrimos joyas ocultas, como la Place Saint-Projet, un pequeño rincón tranquilo, perfecto para tomar un café al aire libre.
Luego nos adentramos en el Quartier des Chartrons. Conocido por sus anticuarios y tiendas de vinos, este distrito es un paraíso para los amantes de la historia y la enología. En el Musée du Vin et du Négoce, descubrimos la rica historia del comercio del vino de Bordeaux.
Nuestra siguiente parada es la majestuosa Cathédrale Saint-André de Bordeaux.
Este templo gótico, cuya construcción se inició en el siglo XI, es un testimonio de la rica historia de Bordeaux. Es una de las joyas arquitectónicas más destacadas de la ciudad y una parada obligada para cualquier visitante. Ubicada en la plaza Pey-Berland, en el corazón de la ciudad, un testimonio viviente de la rica historia de la ciudad.
Esta magnífica estructura es un majestuoso ejemplo de la arquitectura gótica en Francia. Comenzada en el s.XI, la construcción continuó a lo largo de varios siglos y su complejidad y grandeza reflejan el poder y la riqueza de la Iglesia durante la Edad Media. Desde 1998, forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO como parte del Camino de Santiago en Francia.
El aspecto más destacado de la catedral es, sin duda, su fachada principal. Es uno de los ejemplos más impresionantes de la arquitectura gótica flamígera. El portal está decorado con una serie de bajorrelieves que representan el Juicio Final y escenas de la vida de Jesús y los Apóstoles, entre otros temas religiosos.
La nave central de la catedral, con su impresionante altura y esbeltas columnas, crea un sentido de grandiosidad y espiritualidad. Los vitrales, algunos de los cuales datan de la Edad Media, arrojan una luz suave y colorida que realza la belleza de la piedra.
A un lado de la catedral se encuentra la Torre Pey-Berland, una torre campanario independiente construida en el s.XV. Subir a lo alto de la torre ofrece vistas panorámicas de la ciudad que no se deben perder.
En el interior, la catedral alberga una serie de tesoros, incluyendo un órgano monumental, un hermoso coro tallado y varias capillas laterales cada una con su propio encanto. Sin embargo, más allá de su importancia histórica y arquitectónica, la Cathédrale Saint-André sigue siendo un lugar de culto activo y es el escenario de conciertos de música sacra, ceremonias religiosas y otros eventos culturales.
Para los amantes de la historia, la arquitectura, la religión o simplemente la belleza, la Cathédrale Saint-André de Bordeaux es un lugar de visita obligada en la región de Nouvelle-Aquitaine.
Finalmente, nos dirigimos hacia la orilla del río para pasear por el Quai de la Douane, desde donde se puede admirar una impresionante vista del Puente de Piedra, y luego al Darwin Ecosystem, un vibrante centro cultural situado en la orilla opuesta del río.
No podemos dejar de lado el espectacular, Cité du Vin. Es más que un museo, es un mundo dedicado al vino en todas sus formas y en todas las culturas y civilizaciones del mundo. Desde su apertura en 2016, ha atraído a entusiastas del vino y curiosos de todo el mundo.
Su diseño, obra de los arquitectos Anouk Legendre y Nicolas Desmazières, evoca el movimiento del vino en una copa. La estructura dorada y ondulada de más de 50 metros de altura es impresionante y se refleja magníficamente en el agua del río.
La Cité du Vin ofrece una experiencia sensorial y cultural única. La ruta permanente de la Cité du Vin, te llevará a través de la historia y la geografía del vino, desde su historia antigua hasta su influencia en las sociedades y culturas, y cómo se hace. Las exposiciones son interactivas y atractivas, haciendo uso de la tecnología de alta definición para crear una experiencia inmersiva.
Uno de los aspectos más destacados de la visita es el Belvedere, la sala de degustación en la cima de la Cité du Vin, que ofrece una vista panorámica de 360 grados de Burdeos y sus alrededores. Aquí, podrás degustar vinos de todo el mundo mientras disfrutas de las vistas.
Además de la ruta permanente, la Cité du Vin organiza exposiciones temporales, talleres, conferencias y proyecciones de películas. También alberga una tienda de vinos con más de 800 vinos de más de 70 países, así como una librería y varios restaurantes.
La Cité du Vin es un lugar único que combina el placer de aprender con el disfrute del vino, proporcionando una experiencia memorable para cualquier amante del vino, experto o principiante. No es de extrañar que se haya convertido en una de las principales atracciones de Burdeos, la capital mundial del vino.
En este mágico recorrido por Bordeaux, cada paso revela una nueva faceta de la ciudad. Ya sea su rica historia, su vibrante cultura o su famoso vino, Bordeaux es una ciudad que deja una huella indeleble en el corazón de cada visitante.
Desde Bordeaux, nos dirigimos hacia la costa para explorar la deslumbrante Dune du Pilat. Esta maravilla natural es la duna de arena más alta de Europa, un lugar que invita a soñar bajo el infinito cielo azul. Desde la cima, disfrutamos de una vista panorámica del océano Atlántico y del inmenso pinar de las Landas de Gascogne.
Saint-Émilion
Nuestro próximo destino es la pintoresca ciudad de Saint-Émilion, situada a 40 kilometros de Bordeaux, es famosa por sus viñedos y su patrimonio arquitectónico.
Saint-Émilion es una encantadora localidad medieval situada en la región vinícola de Burdeos, en el suroeste de Francia. Esta pequeña ciudad es famosa en todo el mundo por sus vinos tintos de alta calidad, elaborados principalmente con uvas Merlot y Cabernet Franc.
Conocida por sus callejones estrechos y empinados, sus magníficas iglesias y sus impresionantes vistas de los viñedos circundantes, Saint-Émilion es una joya de la región de Aquitania.
En 1999, la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad, el primer viñedo en recibir tal honor, por su paisaje histórico y su patrimonio vitivinícola.
Uno de los principales lugares de interés de la ciudad es la Iglesia Monolítica, una impresionante estructura tallada en una sola pieza de piedra caliza en el s.XII. Es la iglesia monolítica más grande de Europa. También hay una red de catacumbas subterráneas que se pueden visitar.
Además de la Iglesia Monolítica, Saint-Émilion alberga la Iglesia Colegiata y su claustro, la Torre del Rey, que ofrece vistas panorámicas de la ciudad y los viñedos circundantes, y el Museo del Vino y del Comercio, que ofrece una visión de la historia del vino en la región.
El castel daou rey (la torre del rey). Es el único torreón románico que sigue en pie en la Gironde. Situado en el interior de las murallas de la ciudad, el edificio descansa sobre un macizo rocoso totalmente aislado y excavado en cuevas naturales y canteras desde la Edad Media.
Este torreón cuadrangular, de14,50 m de altura y 9,50 m de ancho, constando en 3 niveles.
Que con contrafuertes planos fortalecen las paredes exteriores y las esquinas del edificio.
Además de sus monumentos, la ciudad es famosa por sus vinos. Hay más de 800 productores de vino en la región de Saint-Émilion, y la ciudad es el hogar de varias de las bodegas más prestigiosas del mundo, incluyendo Château Ausone y Château Cheval Blanc.
La ciudad también cuenta con una serie de excelentes restaurantes y tiendas de vino, donde los visitantes pueden degustar y comprar los vinos locales.
Saint-Émilion es un viaje a la historia del vino y una oportunidad para disfrutar de los productos de una de las regiones vinícolas más respetadas del mundo. Con su encanto medieval y su patrimonio vitivinícola,es un destino imprescindible para cualquier amante del vino.
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La Rochelle
Nuestro recorrido continúa hacia el norte, hasta la ciudad de La Rochelle.
Una ciudad histórica situada en la costa atlántica de Francia, en la región de Nueva Aquitania. Es conocida por su rica historia, sus impresionantes fortificaciones y su vibrante vida cultural y marítima.
La ciudad fue fundada durante el s.X y rápidamente se convirtió en una de las más importantes del oeste de Francia. Debido a su ubicación estratégica en el Atlántico, se convirtió en un importante puerto de comercio durante la Edad Media y el Renacimiento, y aún hoy el puerto sigue siendo uno de los más activos de la región.
El antiguo puerto, «Vieux Port», es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Rodeado por fortificaciones, como la Tour de la Chaine y la Tour de Saint Nicolas, y la Tour de la lanterne (También conocida como los Cuatro Sargentos): Que és el último faro medieval en la costa atlántica, midiendo 55 metros de alto, la torre sirvió a lo largo de su historia como faro y prisión. Contiene más de 600 grafitis tallados por prisioneros durante tres siglos.
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¿Paseamos por los muelles?. El Cours des Dames, el Quai du Carénage, el Quai Duperré tienen gran animación en verano, gracias a pintores y a diversos espectáculos callejeros. El puerto es un excelente lugar para pasear, disfrutar de una comida en una de las muchas terrazas con vistas al agua, o simplemente disfrutar del bullicio de los barcos entrando y saliendo
Mon Dieu,¿Y aquella isla que será?
El Fort Louvois, también conocido como Fort du Chapus, es una fortificación marítima situada en el estrecho que separa la isla de Oléron del continente.
Construido entre 1691 y 1694, Fort Louvois fue diseñado para proteger la región de las incursiones navales enemigas.
Durante la marea alta, el fuerte está completamente rodeado de agua, siendo solo accesible en barco. Durante la marea baja, se puede llegar a él a pie por un camino de piedra que emerge del mar.¡Cuidado, que resbala!
El fuerte ha tenido una historia variada a lo largo de los años. Ha servido como fortaleza, como prisión y durante la Segunda Guerra Mundial, como base para las tropas alemanas.
Desde 1954, ha sido un museo abierto al público, y alberga una serie de exposiciones que cuentan la historia de las fortificaciones marítimas y la vida en el mar a lo largo de los siglos.
Fort Boyard es una fortaleza situada entre las islas de Aix y Oléron en el estrecho de Antioche. Es un ejemplo impresionante de la ingeniería militar del siglo XIX.
La construcción empezó durante el reinado de Napoleón Bonaparte, con el objetivo de proteger la costa y el arsenal de Rochefort de los ataques británicos. Pero debido a las dificultades técnicas y a los cambios políticos, no se completó hasta 1857.
Con unos impresionantes 68 metros de largo 31 metros de ancho y casi siete pisos de alto. El edificio, de forma ovalada, consta de dos pisos y una terraza. En el interior, el fuerte estaba equipado para albergar a una guarnición de unas 250 personas, y estaba armado con una serie de cañones y morteros.
Sin embargo, para cuando se completó el fuerte, los avances en la tecnología militar habían hecho que sus cañones fueran obsoletos. Nunca se usó en una acción militar y en lugar de eso, sirvió una variedad de otros propósitos, incluyendo ser una prisión, e incluso un programa televisivo.
La antigua puerta del recinto «Grosse horloge» que separaba el puerto de la ciudad, su campana civil es la más pesada con 2,2 toneladas
El centro de la ciudad, con su arquitectura característica, mansiones privadas con fachadas de piedra tallada y madera. El Ayuntamiento, se trataba posiblemente del monumento más visitado de la ciudad, disponia de una muy fachada impresionante pero sufrió un devastador incendio en 2013.
Callejones estrechos y pintorescos, plazas encantadoras y hermosas casas con entramado de madera.
La casa de Henri II excepcional obra del renacimiento francés.Se ha de tener en cuenta que no se puede visitar, sólo se puede acceder al patio
El mercado central es un lugar popular tanto para los locales como para los visitantes, donde se pueden encontrar productos frescos y deliciosos de la región, desde pescado, quesos, vinos y marisco. La Rochelle es una de las zonas de producción de ostras más importantes de Francia.
La Rochelle también es conocida por su compromiso con el medio ambiente. Fue una de las primeras ciudades de Francia en implementar un sistema de bicicletas públicas y cuenta con una amplia red de carriles bici.
La ciudad también es famosa por el Festival Internacional du film de La Rochelle. Durante 10 días y en diversos lugares de la ciudad, el festival presenta cerca de 200 películas.
el Francofolies, un festival fundado el año 1985 por iniciativa de Jean-Louis Foulquier. Se celebra anualmente el més Julio y tiene como objetivo la promoción de la música en lengua francesa. Atrayendoe visitantes de todo el mundo
En resumen, La Rochelle es una ciudad llena de historia y cultura, con una fuerte conexión con el mar y un compromiso con la sostenibilidad. Con su rica historia, sus fortificaciones impresionantes y su vibrante vida cultural y marítima, es un destino imperdible en la región de Nueva Aquitania.
Tras despedirnos de La Rochelle, nos adentramos en la carretera hacia Poitiers. El paisaje cambia gradualmente a medida que dejamos atrás la costa para sumergirnos en el corazón de la campiña francesa, donde las viñas y los campos de girasoles proporcionan un telón de fondo idílico.
Poitiers
Finalmente, llegamos a Poitiers, una ciudad que es un verdadero crisol de historia.
Como una joya posada en un cofre de piedra y verde, la ciudad de Poitiers parece desplegarse con orgullo bajo nuestros ojos. En cada rincón de esta ciudad milenaria, la historia susurra leyendas que nos invitan a adentrarnos en su patrimonio arquitectónico y cultural.
Comenzamos en el corazón, en su imponente Cathédrale Saint-Pierre. Este edificio de la época gótica nos regala una mezcla armoniosa de luces y sombras que se deslizan por sus vidrieras de colores.
En cada rincón, descubrimos un pedazo de historia que se entrelaza con las esculturas, los bajorrelieves y los rosetones que engalanan este templo.
Sus calles adoquinadas nos conducen por un laberinto de historia y encanto. Aquí, el tiempo parece haberse detenido para preservar los tesoros que encierran sus calles, plazas y edificios.
Admirando este tiempo pasado llegamos al Palais de Justice. Este edificio, antiguamente conocido como el «Palais des Comtes de Poitou», es un testimonio viviente de los siglos de historia que han pasado por Poitiers. Al caminar por sus salones, uno puede casi escuchar el eco de los pasos de los antiguos duques de Aquitania.
en la «Place du Marché», una plaza rebosante de vida donde cada detalle es un testimonio de la rica historia de Poitiers. Aquí, nos deleitamos con los productos frescos y los colores vibrantes que despliegan los puestos del mercado. El bullicio de la gente, el aroma a especias y el sabor a productos locales son un festín para los sentidos.
Dejándonos llevar por el laberinto de callejuelas, nos encontramos con la «Rue de la Chaîne», una de las calles más antiguas de Poitiers. Aquí, las fachadas de las casas medievales parecen contarnos historias del pasado, sus ventanas como ojos que han presenciado el paso del tiempo.
El recorrido nos lleva hasta la «Place de la Liberté», un espacio abierto donde convergen varias calles de la ciudad. Este lugar, con su fuente y sus terrazas, es el sitio ideal para hacer una pausa y disfrutar del ritmo de la vida poitevine.
Pero Poitiers no es sólo pasado, también es futuro y diversión. A pocos kilómetros de la ciudad, el Futuroscope nos espera con sus arquitecturas futuristas y sus atracciones multimedia. Este parque temático, que se centra en la tecnología y la innovación, nos permite explorar el universo, sumergirnos en la era de los dinosaurios o volar sobre increíbles paisajes, todo sin movernos de nuestro asiento.
Finalmente, nos alejamos de la ciudad para sumergirnos en la naturaleza en el «Parc de Blossac». Este hermoso parque, uno de los más grandes de Poitiers, es el lugar ideal para relajarse después de un día de turismo. Sus senderos sombreados, su pequeño zoológico y su rosaleda son el lugar perfecto para un paseo al atardecer.
Despedirse de Poitiers implica una promesa de aventura. Atrás quedan las calles empedradas, los mercados bulliciosos y las iglesias con ecos de historia, para sumergirse en el verdor del campo francés. Nuestro camino se dirige hacia el este.
Siguiendo la serpenteante carretera, los campos de girasoles nos hacen compañía, un despliegue de amarillos y verdes que pinta el paisaje con la rica paleta de la naturaleza. Las pequeñas aldeas aparecen y desaparecen a nuestro paso, cada una con su encanto particular, sus historias por contar.
A medio camino, la pequeña localidad de Lussac-les-Châteaux nos da la bienvenida. Con su rica historia de pinturas rupestres y su encanto rural, es un lugar ideal para estirar las piernas y disfrutar de un café en la «Place de la République». Aquí, cada piedra parece tener una historia que contar, cada esquina una sorpresa.
Retomamos el viaje y el paisaje cambia, los campos abiertos dan paso a bosques frondosos, un adelanto de la belleza natural de Limousin, la región a la que pertenece Limoges. Aquí, la naturaleza es la protagonista y cada curva en la carretera nos ofrece una nueva perspectiva de este mosaico verde.
Limoges
Una ciudad con el encanto de lo antiguo y la vitalidad de lo moderno, espera ansiosa nuestra llegada. Es un espectáculo para los sentidos, un lugar donde la historia y la cultura francesa toman vida.
Al amanecer, la ciudad despierta con un coro de pájaros y la luz del sol, que se filtra a través de los techos de las casas con sus peculiares tejas de pizarra. Las calles empedradas son una invitación a explorar, a descubrir los secretos que la ciudad guarda en cada esquina.
Nuestro paseo comienza en la Place de la République , el corazón palpitante de Limoges.
Los cafés se despiertan, llenando el aire con el aroma del café recién hecho y el murmullo de las conversaciones mañaneras. A un lado, la imponente ópera de Limoges nos recuerda la rica tradición cultural de la ciudad.
A lo lejos, la silueta de la Cathédrale de Saint-Étienne se yergue majestuosa, un recordatorio de la rica historia de Limoges
La catedral, un majestuoso ejemplo del arte gótico, se levanta en el punto más alto de la ciudad, como un faro que guía a los viajeros.
Caminamos por sus pasillos, donde los vitrales tejen arco iris de luz en el suelo, y dejamos que la rica historia de Limoges se filtre a través de nuestras almas.
Tras maravillarnos de la luz y paz de la Catedral, vamos a hacer un contraste, descendemos hacia la Place de la Motte, el bullicioso epicentro de Limoges. Aquí, entre las vibrantes flores del mercado y las risas de los niños jugando junto a la Fontaine de la Motte, la vida se siente más viva. Deténgase en uno de los puestos y saboree una «fouace», un pan dulce local, o quizás una porción de «pâté de pommes de terre», una exquisita torta de patatas y crema.
Desde allí, una corta caminata nos lleva a la «Rue de la Boucherie», una calle de adoquines con una rica historia. Los edificios de entramado de madera parecen susurrar cuentos de antaño, mientras los restaurantes locales nos seducen con los aromas de la auténtica cocina limousine.
Un lugar ideal para probar la especialidad local, «le petit salé aux lentilles», un plato a base de cerdo y lentejas.
Caminamos hacia el sur. A cada paso, nos encontramos con pequeñas tiendas de artesanía, cafés con encanto y galerías de arte que muestran la creatividad que late en el corazón de Limoges.
Al llegar a la Place de la République, la vista se abre a una gran plaza, donde la majestuosa Opéra-Théâtre de Limoges se alza como una reina entre los edificios circundantes. Nos tomamos un momento para admirar su fachada neoclásica antes de continuar nuestro camino.
Seguimos la Rue Jean Jaurès, un ajetreado eje comercial donde los escaparates muestran desde finas porcelanas de Limoges hasta la última moda parisina. Llegamos al Boulevard Louis Blanc, donde la vibrante vida urbana da paso a un entorno más tranquilo y verde.
Aquí nos encontramos con el Parc Victor Thuillat, un oasis de tranquilidad en medio de la ciudad. Con sus árboles altos, flores de colores y tranquilos senderos, es el lugar perfecto para una pausa antes de la última etapa de nuestro viaje.
Salimos del parque por la Avenue Garibaldi y nos dirigimos directamente hacia la Gare de Limoges-Bénédictins, la estación de tren de la ciudad, emerge a la vista como una joya arquitectónica, con su cúpula cobriza y esbelta torre de reloj. Es más que una simple parada en el camino; es un glorioso preludio de la belleza que Limoges guarda en su interior.
Nuestros pasos resuenan en el gran vestíbulo, con su techo de vidrieras que transforman la luz del día en una danza colorida, proyectando sobre la piedra blanca un prisma de colores brillantes. El reloj de la torre marca el ritmo incesante del tiempo, recordándonos que cada momento aquí es precioso.
Este viaje desde la Rue de la Boucherie hasta la Gare de Limoges-Bénédictins nos ha llevado a través de rincones encantadores, tesoros ocultos y la vibrante vida cotidiana de Limoges. Cada paso, cada giro, cada vista nos ha ofrecido una nueva perspectiva de esta fascinante ciudad francesa.
Para terminar nuestro recorrido, nos dirigimos hacia el Musée National Adrien Dubouché. Con una colección de porcelana de Limoges que abarca siglos, es el lugar perfecto para sumergirse en la herencia artística de la ciudad.
Mairie de Limoges( ayuntamiento) es uno de los emblemas arquitectónicos de la ciudad y un testamento vivo de su rico pasado. Ubicado en la Place Léon Betoulle este majestuoso edificio es un ejemplo destacado de la arquitectura del Segundo Imperio Francés.
Desde la distancia, su fachada se alza imponente, adornada con estatuas que representan a la agricultura, la industria, las bellas artes y la educación – las cuatro fuerzas que impulsaron el desarrollo de Limoges.
Al acercarse, uno puede apreciar la riqueza de los detalles arquitectónicos: los altos pilares que sostienen el pórtico, la delicadeza del trabajo de la piedra y las ventanas arqueadas que dan al edificio una dignidad elegante.
En el interior, el Ayuntamiento de Limoges es igualmente impresionante. Los techos altos, las lámparas de araña de cristal, los frescos detallados y el majestuoso Gran Salón,
Todo el camino, la ciudad de Limoges se despliega como un lienzo, con su rica paleta de colores y texturas. Los colores del cielo, los sabores de la gastronomía local, la risa de su gente, las vistas y los sonidos de esta encantadora ciudad francesa son un festín para los sentidos.
Tanto andar y ver cosas, me ha entrado apetito, ¿y a ti ? Haber que nos aconsejan para degustar.
La región de la Nouvelle Aquitaine, que abarca desde las costas del Atlántico hasta las montañas del Macizo Central, es un auténtico paraíso para los amantes de la gastronomía. Aquí, la variedad de sabores, olores y texturas es tan rica y diversa como el propio paisaje.
Comenzamos nuestro banquete culinario con una parada en la ciudad de Limoges, famosa por su «pâté de pommes de terre». Este pastel de patata y crema es una auténtica delicia, con su corteza dorada y crujiente que encierra un relleno suave y cremoso. Al primer bocado, los aromas de la patata cocida y la crema se mezclan en una sinfonía de sabores que hace agua la boca.
Un plato rústico que habla del amor de la región por los ingredientes simples y de alta calidad.
En la costa, en la ciudad de Arcachon nos ofrecen Huîtres(sus famosas ostras). Recién sacadas del agua, estas joyas marinas son una explosión de frescura en el paladar. Con su sabor salado y su textura carnosa, las ostras de Arcachon son un auténtico manjar que se disfruta mejor con un chorrito de limón y un vaso de vino blanco frío.
En la región de Dordogne, nos deleitamos con el foie gras, un trozo de hígado de pato o ganso, cocido a la perfección, con una textura tan suave que se derrite en la boca. Su sabor es rico y con notas de nuez que son acentuadas por un toque de brandy o Armagnac. A menudo se sirve en rodajas finas sobre un trozo de pan tostado, permitiendo que el calor del pan caliente el foie gras y libere sus aromas.
Un toque de dulzura que contrasta maravillosamente con el sabor intenso del hígado.
Sin ninguna duda, una de las joyas de la gastronomía francesa.
No podemos olvidarnos del vino. Desde los tintos corpulentos de Saint-Émilion hasta los blancos dulces de Sauternes, la Nouvelle Aquitaine es una región vinícola por excelencia.
Un viaje a través de sus viñedos es una verdadera experiencia sensorial, donde el aroma de las uvas maduras se mezcla con el sabor del vino en la copa y la vista de los viñedos ondulantes bajo el sol.